viernes, 20 de mayo de 2011

Reflexiones

Si hay algo que siempre me molestó es entrar en una librería. Será la cantidad de libros que uno quisiera comprar y que no puede, será la misma cantidad de libros que uno quiere leer y no puede no solo por falta de tiempo. No sé bien que será, pero es una sensación rara. Verlos todos apilados, uno al lado del otro, con sus lomos de diferentes colores y tamaños, con cientos de títulos, de autores conocidos y desconocidos aún por mí. Verlos ahí me genera una extraña sensación de querer agarrarlos, tenerlos por unos breves segundos, ojearlos, mirar atentamente la portada, leer la reseña que suele encontrarse en el dorso del libro, leer alguna línea al azar, y finalmente devolverlo a su sitio.
En las librerías de usados la experiencia no puede ser más diferente: es como ir de caza en un frondoso bosque, dónde prima el uso del ingenio, del instinto de cazador para encontrar la presa entre pilas y pilas de páginas amarillentas y lomos desgastados y desechos para luego exhibirla como un trofeo más en la biblioteca del cazador.
Pero en ambos casos existe esa lejanía mediada entre mí y el libro.

martes, 15 de febrero de 2011

Deseo

Estoy sentado frente a ella. Ella se encuentra apoyada sobre mi escrito repleto de papeles, de carpetas de archivo y algunas colillas de cigarrillos. Cigarrillo, quisiera uno ahora. Quizás porque la veo como besa suavemente el cigarrillo que tiene entre sus labios, impregnándolo del color rojo oscuro de su lápiz labial. Quizás deseo un cigarrillo por como me mira, por como me gana con su mirada. Con sus ojos clavados en mí. Debo reconocer que, ahora, no es un cigarrillo lo que deseo.

Se levanta suavemente mientras engloba sus labios para dejar salir el humo por su boca. Deja que la intriga y el deseo corran libremente por mi oficina y finalmente corta tajantemente el ambiente con unas pocas palabras que salieron lentamente de su boca así como hizo con el humo de su cigarro.

-¿Qué dice? ¿Le interesa el trabajo?

Su voz, como su mirada, me atrapa instantáneamente como si me encontrara en una telaraña y ella fuera la araña mirando como su presa intenta escapar aún sabiendo que no lo logrará. Ella lo sabe y lo usa contra mí. Sabe que la deseo, sabe que no puedo resistirme.

Intentando mostrar tranquilidad y desinterés, replico:

- En efecto, no es un trabajo sencillo como usted mencionaba, pero no puedo negar que es interesante.

No compra mi actuación, en efecto, lo único que hice fue delatarme más y más. Sabe que estoy bajo su total y absoluto control. Se acerca hacia mí a paso lento. Acerca su rostro al mío y lentamente dice:

- ¿Serviría de algo que le dé un pequeño incentivo aquí mismo?

Mi corazón latía más fuerte que nunca. Tenía sus labios a centímetros de mis ojos, bastaba que me dé algún tipo de señal para desatar mi contenido impulso...

-¡¡Corte!! ¡¡Corte!! ¡¡Corte!!- gritó desde detrás de escena el director. – Nos tomaremos cinco minutos de pausa para armar la siguiente escena.

Esa era mi última escena del día, así que me retiré del estudio pero no sin antes mirarla por última vez. No seré un gran actor ni un experto en el tema, pero puedo asegurar que ella no estaba actuando, así como puedo asegurar que ella notó mi deseo.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Retomando el camino....

La tomé fuerte de la mano y escapamos juntos.
El sol ya le había dejado su lugar a la luna y su luz reflejaba la soledad de la vacía ciudad. La calle, terroríficamente silenciosa, se abria paso entre un sinfin de edificios que, a esta hora, parecian llegar hasta el cielo nocturno. El sonido de nuestros pasos y sus llantos mantenían despierta a la ciudad.
Caminamos y caminamos agarrados de la mano. Estabamos escapando, no de alguna persona ni de nuestras familias, sino que de nosotros mismos. Su mano tiembla de ansiedad, o eso es lo que yo quiero creer. Probablemente en realidad sea miedo, pero, ¿miedo de qué? ¿de nosotros mismos? Le sostengo la mano con mayor firmeza. No podíamos echarnos atrás, no ahora. Ya es muy tarde.
Detengo nuestra marcha para mirarla. Una sola mirada basta para que ella comprenda que no podemos dudar, que tenemos que mantenernos juntos en esto.
El camino se hace largo, más de lo pensado. Se hace doloroso para ella, más de lo que pensé. No creo que mantenga sus fuerzas hasta el final del camino, un camino que estamos creando en este mismisimo momento: al transitarlo. Nos es imposible saber a dónde nos llevará, a dónde lo haremos llegar, pero creemos firmemente que es lo mejor para nosotros y lo enfrentaremos juntos.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Retomando...

Puff, hace casi un año que no actualizo esto. Dejo un especie de manifiesto ficcionario que se me ocurrió estando en clase.

Toda mi vida odié que me usen de ejemplo.
-A ver, analicemos la oración "Juan es una mala persona"- decía la profesora de Gramática, aunque también pudo ser la de Lengua y Literatura de la secundaria.
El ámbito cambiaba, las personas cambiaban, el contexto cambiaba, pero siempre usaban mi nombre. Nuestro nombre, el de todos los Juanes. Que habremos hecho los Juanes para sufrir semejante pesadilla.
Somos los ejemplos de la agramaticalidad, de la falta se sentido común, de la falta de civilidad, de la falta de moralidad, de la culpa, de la incorrección política, en fin, de todo.
Por eso, y en solidaridad con todos los Pedros, José y Marías que sienten lo mismo, exigimos la derogación del uso de nuestro nombre en los ejemplos. ¿Será una una causa fútil? ¿No sería mejor que nos propongamos otras metas? Pueden ser ejemplos válidos de reproches hacia nuestra postura, pero probablemente quienes nos recriminen nuestra actitud no se llaman Juan. Y mucho menos Pedro.
Habiendo una vasta variedad de nombres, siempre se cae en los mismos. ¿Por qué no Jacinto o Ambrosio?. ¿Habrá algún Casiano que venga a reclamar su justo desuso?. ¿O algún Cleto o alguna Brígida?.
Pero así como rehusamos del uso pragmático de nuestro nombre, también reconocemos a aquellos que dieron buen uso del mismo.

martes, 27 de octubre de 2009

Una más...

El suave sonido de las olas al chocarse unas a otras me arrullaba el oído dulcemente, con palabras que no se encuentran en ningún diccionario, con palabras que no se enseñan en ningún lado. Me transmitían la confianza y la seguridad que necesitaba para llevar a cabo mis actos. Mi vida había llegado a su ocaso. El sol se había extinguido en mi y con el, mi vista se había nublado.
Cuando finalmente tenia la fuerza necesaria para arrojarme al mar y perderme en él, sentí que había alguien a mi lado. No recordaba haberlo visto nunca. Lucía de una forma un tanto extraña, con ropas de colores llamativos pero desgastados y algo andrajosas; una descuidada barba grisácea poblaba su mentón y tapaba el frente de su cuello; tenía unos ojos vívidos y alegres, totalmente opuestos a los míos, ahora apagados y tristes.
Al notar su presencia, el extraño giró su cabeza hacia mí e intentó iniciar conversación.
-Que bello día, no es así. El sol nos alumbra intensamente y sin el bloqueo de las nubes caprichosas que solo desean aquella luz para ellas mismas. ¿No es igual de bello el sonido del mar? Es como si tratara de hablar con nosotros, pero debido a nuestra incapacidad de comprender sus palabras, nos perdemos meramente en su sonido...
-... ¿Quién es usted?- interrumpí sorprendido por las palabras de aquel desconocido que parecía entender aquello que el mar trataba de comunicarme y que parecía entender el por qué de mi visita a aquella playa.
-Oh, discúlpeme usted por ser tan descortés y no haberme presentado antes que nada. Lamentablemente no hay mucho que decir sobre mi persona. Soy un simple trovador, un amante de las palabras y las historias. Me han nombrado de las más maravillosas e ingeniosas maneras. Han sido tantos los nombres, que no logro recordar cual es el que me legaron mis padres. Nombrar a una persona o a un objeto, es una ardua tarea. A pesar de mi amor por las palabras, no he logrado darle nombre a algo o alguien, solo pude comprender los nombres ya dados a los demás. Oh, discúlpeme usted una vez más, nuevamente he hablado de más. Temo haberlo aburrido con mi discurso.
Tras esa cadena interminable de palabras, el hombre esbozó una sonrisa que se perdió en su poblada barba gris. No sabía que responder ante semejante discurso. Solo quería agotar mis días en aquel mar de palabras que tenía en frente mío.
-...Despreocúpese, de todos modos ya me estoy retirando de aquí.- respondí con voz apagada y moribunda.
Me levanté sin mirarlo y me dirigí al mar. Pero al avanzar unos pasos, lo sentí detrás de mí. Giré sobre mi eje y lo vi frente a mí.
-Disculpe si le molesta, pero quisiera acompañarlo. Obviamente, si no es mucha molestia para usted.
-Temo decirle que el lugar al que me dirijo, no es un lugar muy agradable. Voy a descansar eternamente, si usted me permite.
-¿Por qué un hombre tan joven como usted iría a tan espantoso lugar? Créame que he pasado momentos que desearía olvidar, pero gracias a aquellos momentos es que estoy aquí, de pie frente a usted, hablándole.
-No es de su incumbencia.- respondí un tanto exasperado por su intromisión.
-Oh, está usted en un gravísimo error, mi amigo, si es que me permite tal título. No puedo dejar morir a una persona que se encuentra frente a mi, no si tengo la posibilidad certera de evitarlo.
-¿Y por qué cree usted que puede evitarlo? Mi sol se ha extinguido, nadie lo puede revivir. No tengo luz que me ilumine.
-Usted está inquiriendo en otro grosero error. El sol nunca se extinguirá, la luz del mismo sigue posándose sobre su persona. Usted tiene la vista sesgada por el dolor de la perdida, está usted ofuscado por la perdida. Pero esa perdida, no es la perdida del sol, que como ve sigue alumbrándolo incondicionalmente, sino que usted ha perdido una estrella. Y era, de seguro, una muy brillante. La más brillante de todas las que iluminan su cielo. Alce la vista una vez más hacia el cielo y vea el sol nuevamente, el le dirá, así como el mar a tratado de decírselo anteriormente, que aquella estrella que usted perdió, reside aún dentro suyo. Dentro de su memoria y que depende de usted mantenerla viva. Su muerte, significaría a su vez la muerte de esa estrella que usted lleva consigo.
Las lágrimas comenzaron a recorrer mi rostro tras semejante revelación. Mi obsesión me había nublado la visión. Ahora todo volvía a verse vivaz y claramente. Me acerqué a aquel desconocido y no pude contener el abrazo cálido y fraternal con aquel que me había dado una razón para mantenerme de pie.
-Quien debería estar agradecido soy yo. Me has ayudado a recordar mi nombre real.- dijo él.
-¿Qué? ¿Como? ¿Cuál es?- respondí sorprendido y con la misma voracidad de conocimientos que un niño.
Acercó su boca a mi oído y me susurró algo que no llegué a descifrar. Luego, comenzó a caminar hacia el sur, siguiendo al mar.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Hace cuanto...

Allí estaba él, sentado en frente mío y rodeado de miradas instigadoras. Su cuerpo no temblaba y sus facciones no mostraban sentimiento alguno, era como una estatua de mármol, fría y dura. Sus ojos eran como dos zafiros incrustados violentamente en su rostro plagado de arrugas que denotaban los golpes del tiempo.
Parecía no mirar nada, como si se encontrarse en trance. Sus brillantes gemas azules estaban vacías, ¿o era yo el único que así las sentía por estar mirándolo de frente? Era una sensación escalofriante. Era como estar delante de un cuerpo sin vida o más bien en frente de un fantasma.
El sonido la puerta cerrándose me despojó de mis pensamientos y escuché como el comisario me pedía que comenzara con el interrogatorio. El tiempo lentamente fue moviendo las agujas del reloj que llevaba en mi muñeca y mi mirada se había perdido en sus ojos vacíos una vez más. Desde mí alrededor tuvieron que quebrar ese vínculo con una fingida tos.
-Disculpen- Apresuré a decir mientras tomaba la hoja con los datos del hombre que tenia en frente mío y los leía en voz alta.
-Edgar Usher, 53 años, sexo masculino, caucásico, pelo negro canoso, un metro y ochenta centímetros de altura...si, la descripción es exacta.-
Tomé una breve pausa para encarar el interrogatorio.
-Dígame, Señor Usher ¿por qué ha decidido entregarse después de 15 años de búsqueda? Debo serle sincero y decirle que ninguno de nosotros pensaba que usted haría algo semejante.
-Arrepentimiento...- dijo con una voz gastada y áspera.- Mucho dolor...
Sus ojos seguían sin expresar ningún sentimiento y hacían que sus palabras carecieran de sentido y veracidad.
-Explíquenos entonces, ¿por qué ha matado usted a su esposa, sus hijos y su vecino?- mis palabras salieron disparadas de mi boca por la curiosidad.
-....no tuve ningún motivo....fue un momento de locura, locura que todavía no ha sido extirpada de mi cuerpo, locura que aún me carcome por dentro, locura que ha terminado por matarme, locura que me ha traído aquí para entregarme y así poder eliminarla de mi cuerpo y poder morir tranquilo...-sus ojos se habían escondido aún más en su rostro a medida que hablaba-...por favor, dejen la investigación para otro momento y condénenme, no puedo soportar este dolor ni un solo minuto más...¡por favor, se los ruego!-en un segundo alzó su voz más de lo que seguramente su cuerpo podía, estaba demacrado física y mentalmente.
-Cálmese, por favor. La condena se conocerá mañana. Esto es solo un interrogatorio de rutina.
La sala se fue desocupando mientras el señor Usher seguía sumido en sus pensamientos. Había dejado de ser una estatua de mármol sin sentimientos. Parecía estar aliviado, como si se hubiera sacado un peso de encima.
Al día siguiente se ejecutó el juicio contra el señor Allan Usher. La sala del juzgado estaba abarrotada de vecinos y allegados a las victimas. A mi parecer era un juicio inútil, se sabía de antemano que este hombre era completamente culpable. Y ese momento no se tardó en llegar, finalmente el juez dictaba sentencia. El juez lo condenó a 30 años por aquella repugnante masacre. Muchos de nosotros pensamos que no seria tan indulgente y que la sentencia sería aún mayor.
En el momento en que el juez pronunciaba su sentencia, el acusado levantó lentamente su mirada al cielo y sus ojos parecieron haber recobrado la vida. Sus arrugas ya no eran tales y su pelo era de un vivaz color negro.
-...gracias...-dijo en voz baja y con lágrimas brotando de sus ojos y recorriendo su rostro.
Redirigió su mirada hacia nosotros, el grupo de policías, y dijo:
-Discúlpenme, pero es tiempo de irme. He eliminado la pena que me ataba a este mundo. Ahora puedo descansar en paz.- sorprendentemente sus palabras no cargaban el tono gastado y áspero que había mostrado durante el interrogatorio. Parecía haber recobrado su plenitud física y mental en cuestión de minutos.
Lentamente cerró sus ojos y con una amplia sonrisa y algunas lágrimas en sus ojos, se esfumó de nuestra vista.
Ninguno del cuerpo policial fue capaz de comprender los sucesos de ese día, pero fui capaz de hacerlo. Desde aquel momento en que mi mirada se perdió en la suya noté que algo en él no era normal, pero nunca pensé que esto pasaría, así como tampoco habíamos pensado que se entregaría.

miércoles, 29 de julio de 2009

Otra pobre historia sin nombre....

Giré mi cabeza hacia la ventana y vi como el vidrio rasgado me mostraba el exterior. Un exterior coloreado en escala de grises, con fuertes tonos negros, brillantes tonos blancos y aburridos grises. Volví mi mirada al interior del barcito y para mi sorpresa podía distinguir claramente los colores: rojos por aquí y por allá, marrones y blancos en las ropas, diferentes tonos de rosado en la piel de los otros clientes, y miles de colores sin nombre. Asombrado redirigí mi atención al exterior expuesto por el fracturado vidrio de la ventana.
La gente caminaba cabizbaja como si estuvieran arrepentidos de algo. Parecía una lúgubre marcha fúnebre dirigiéndose hacia el cementerio. Todos salvo una joven. No era más grande que yo, ni muy diferente, pero si diferente a la triste procesión urbana: su sonrisa recorría su rostro como un arco iris lo hacia en el cielo tras el cese de la lluvia y la oportuna aparición del sol.
La seguí con la mirada pero los desniveles del vidrio quebrado permitieron que se escapara de mi vista, fundiéndose con la apática multitud.
Pagué rápidamente mi café con leche y tres medialunas de grasa y salí a su búsqueda. Tras abrir la puerta un golpe de viento me atravesó y una ola de colores me arrasó: los lentos grises, los profundos negros y los amplios blancos poco a poco se pegaban a mi ropa y mi cuerpo. Era uno más de la multitud.
Sin embargo, y a pesar de ello, comencé a correr frenéticamente atravesando la lenta marcha de los demás. Por mucho que corría, mis fuerzas no se agotaban, pero no podía distinguirla. Poco a poco un extraño sentimiento se iba apoderando de mí, abrigándose en mi corazón y haciendo mis pasos más lentos y pesados. Finalmente pude entender como se sentía realmente esta triste procesión en la cual, lentamente, iba adentrándome más y más. Era un sentimiento que nunca conocí y que dudo que pueda ser nombrado. Pero a pesar de todo seguí corriendo. Y la vi. Traté de llamarla, pero no conocía su nombre. Cada segundo que pasaba me ponía más cerca de ella. Pero el semáforo cambio de negro a gris y de gris a blanco permitiendo el paso de los funestos peatones. Y volví a perderla de vista.
Al día siguiente volví al mismo barcito sentándome en la misma mesita frente a la misma ventana que ahora estaba como nueva. Miré a través de ella y esta vez me mostró el exterior a pleno color. En ese instante entendí que no la vería más.

martes, 21 de julio de 2009

Sin Título #1

Pequeñas perlas blancas cayeron del cielo sobre la ciudad de Buenos Aires en una calurosa noche de verano. La gente emocionada y asombrada salió en masa a las calles a disfrutar del fenómeno y, por que no, recolectar algunas perlas que estuviesen intactas para después venderlas o hacerse un collar con ellas.
Pero eran perlas raras. Algunas se deshacían en las manos de quien las agarraba, otras cambiaban de color y las más extrañas tomaban formas diferentes con el pasar del tiempo. Esto hacia que estas perlas sean más codiciadas que las otras.
Julio se dedicó toda esa noche a recolectar las perlas más extrañas, pero ya pasada la medianoche solo tenia en su poder tres perlas. Una de ellas cambiaba de color en distintos tonos de rojos: rojos sangrientos, rojos apasionados, rojos alarmantes, rojos llamativos, rojos secos, rojos mojados, rojos extravagantes, entre otros. La segunda perla cambiaba de forma cada quince minutos: primero era un cubo, luego era un cono y finalmente era una estrella. La tercera y última perla era una perla normal: sin transformaciones ni colores que recorrer, simple y lisa como cualquier otra perla.
Julio estaba tristísimo por no poder recolectar más perlas y tener solo dos perlas raras y una "asquerosa" (tal y como la llamaba para si en ese momento) perla común y corriente. Quería armar un colgante para su madre con las perlas raras pero con las dos que tenia no iba a ser posible. Intentó vender la perla normal para conseguir, por lo menos, otra perla extraña, pero ya era tarde, todos los negocios que se habían comprado perlas "mágicas" (tal y como se las llamaba en ese momento) las estaban revendiendo a un precio elevadísimo y no estaban interesados en las perlas comunes. Resignado, Julio emprendió el camino a su casa.
Pero para fortuna de Julio, a la mañana siguiente un extraordinario suceso ocurrió. Todas las "perlas mágicas" que habían caído la noche anterior se habían transformado en perlas comunes y corrientes. Ahora sí Julio podía hacer el collar para su madre, pero con perlas normales que ahora volvieron a ser tan codiciadas como antes.

jueves, 4 de junio de 2009

Presentación

Hola!
Antes que nada, gracias por pasarse por este blog. Este es mi segundo blog/proyecto que se titula (paradojicamente) "Historias Sin Titular". De qué va este nuevo blog? Son cuentos o historias (como prefieran) cortas, sin tener un titulo ni final definido por el autor, es decir, yo. Esto significa que el final lo interpretan ustedes y el titulo queda a elección de cada uno según lo que captaron del cuento. Como dije antes, serán cuentos cortos de casi 20 lineas como mucho dependiendo el caso. Espero que les guste y les dejo el primero.
PD: No olviden comentar lo que les pareció, y si quieren poner el titulo que a ustedes les parece correcto según la interpretación que le den al cuento.

"Él caminaba bajo la lluvia. Las frías gotas de agua golpeaban su cara, destruyéndose y creando nuevas gotas que se deslizaban por su rostro como un tobogán.
Ella lloraba bajo un sol radiante. Sus lágrimas surcaban inconsolables su rostro, perdiéndose en su boca. Los rayos del sol creaban pequeños arcoíris en sus lágrimas.
Él alzó su mirada al cielo. Pensó en ella. Pensó en el tiempo compartido. Pensó en el imposible amor que los unía.
Ella se cubrió la cara con sus manos. Pensó en él. Pensó en el tiempo por venir. Pensó en el amor por venir.
Él quiso saber donde estaba ella. Quiso escucharla una vez más. Quiso hablarle una vez más. Quiso creer en su vinculo. Quiso verla sonreír bajo la lluvia, frente a él.
Ella quiso ir hasta él. Quiso hablarle una vez más. Quiso escucharlo una vez más. Quiso poder conectarse. Quiso que él la consolase.
Él dejó escapar un "Te Amo" en voz alta. Deseó que el viento y la lluvia le hagan llegar el mensaje.
Ella dejó escapar un "Te Amo" en voz alta. Deseó que el sol y sus lágrimas le hagan llegar el mensaje.
Él escucho en su cabeza una voz quebrada por el llanto diciendo "Te Amo".
Ella escucho en su cabeza una voz entristecida "Te Amo"."